viernes, 20 de enero de 2017

Que frío, carajo.

El precio de la luz nos tiene helados. Miramos la estufa con deseo y el botón de encendido con preocupación. Es curioso que tenga que venir una ola de frío desde la antigua U.R.S.S. a demostrarnos que el más que bien vendido neoliberalismo es una mentira de patas cortas y máscaras caras. Liberemos el mercado y esclavicemos a la humanidad, dejemos a los precios subir y bajar a su libre albedrío de oferta y demanda e ignoremos que en la subasta no hay diferencia entre el que puja y el que vende. Usemos mantas baratas para taparnos hasta los ojos y seguir ignorando la cruda y fría realidad, esa en la que ni siquiera nuestra casa nos sirve de refugio, pues no podemos, o no sabemos, o no queremos, cerrar la puerta giratoria por la que se cuela la gélida brisa norteña que mientras nos llena la nariz de mocos, a otros les colma los bolsillos de dinero.

El cambio es necesario y la revolución se ha convertido casi en un deber, pero a ver quién es el valiente que sale a la calle con este frío, carajo.