jueves, 29 de diciembre de 2016

Contaminados

Una preciosa y densa nube de humo, a ratos gris y a ratos marrón según le de la luz del sol, se ha apoderado de la imponente Madrid y ha convertido su aire en un veneno de los que no matan de repente, pero nunca dejan de matar. Quizás por eso, por la ausencia de inmediatez , los madrileños de bien, sabios a corto plazo y defensores acérrimos de la libertad de circulación, se han levantado en armas contra el peligro que supone respirar un aire limpio. Existe una porción no escasa de habitantes de la capital que estando siempre jodidos no se acostumbran a joderse y protegen la libertad, ganada tras años de lucha, de poder coger el coche e ir al centro en él. Para eso trabajan y ganan dinero, para comprarse y pagar el coche que querían, porque, seamos sinceros y honestos, ¿de qué nos sirve la salud y la vida si no podemos siquiera coger nuestro automóvil y sentirnos libres sobre el asfalto de la más bonita de nuestras ciudades?

El ecologismo es algo totalmente inventado cuyas pruebas impalpables no vencen ni convencen a las mentes católicas, apostólicas y romanas que cada día ven a Dios en su infinita gloria, pero no son capaces de percibir el calentamiento global en un planeta que se derrite. La contaminación atmosférica no es más que un problema menor, un resquicio hippie de progres ignorantes que aun no se han percatado del auténtico peligro que acecha a la sociedad madrileña y española: la contaminación mediática, esa que se transmite a través del espectro electromagnético y penetra en nuestro cerebro por la mitad de nuestros sentidos para enturbiarnos la mente, enfangarnos los razonamientos y convertirnos en zombies de argumentario defensores de ese Imperio Galáctico que, aunque autoritario y despótico, por lo menos deja que cojamos nuestro coche cuando queramos.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Nubes y claros.

Sé que hay almas que no soportan la lluvia, almas para las que las gotas de agua golpean la ventana como agujas clavándose en el espíritu. Los recuerdos caen finos y los arrepentimientos nos truenan en la mente triste como el cielo. El ánimo se empapa y cuesta tirar de él, y es por eso que lo llevamos arrastrando tras nosotros como una negra sombra que no termina de clarear. Los huesos calan y la vida resbala en una empedrada acera que se convierte en trampa mortal para los transeúntes. Menos mal que la edad emplomiza los pies, a costa de recordar el dolor de antiguas caídas, y uno va aprendiendo poquito a poco a andar sobre mojado. Hay quien incluso, con arte y garbo, acaba patinando con velocidad sobre los charcos. Hay almas que, viendo el día, se convierten en una extensión de él y se nublan tristes y grises bajo una manta de pereza y desidia.


Yo no soy de esas almas, pues a mí los días como este, en los que a intervalos se superponen chaparrones y sol, son los días en los que aprovecho para abrir mi paraguas de letras y refugiarme del agua que, como buen antagonista del fuego redentor, me reprueba y sentencia. Es necesario mojarse primero para después sentir el placer de leerse y secarse al sol.

sábado, 29 de octubre de 2016

Felicidad Virtual

Era uno de esos espectaculares días de verano en los que la diferencia entre el azul del cielo y el de la mar se adivinaba por las dinámicas líneas blancas que la espuma de las olas dibujaba bajo el horizonte. Yo estaba disfrutando mis vacaciones en Zahara de los Atunes, refugiando mi sensible piel albina bajo la sombrilla, cuando a mi derecha se situó una familia con acento de más para allá de Despeñaperros. El padre estableció el campamento base con rapidez y decidió irse a dar un paseo antes de que la calor apretara con más fuerza, mientras la madre embadurnaba en crema al pequeño de la familia cuya diminuta paciencia empezaba a desbordársele mirando la apetecible orilla. Por último, la hija adolescente que no superaba la quincena, plantó el huevo en una silla con gesto obstinado y boca cóncava. Lo sé, soy de esas personas que en la playa mata el aburrimiento escudriñando bajo las gafas de sol el entorno y analizando comportamientos y actitudes para después crearme historias propias cuya veracidad nunca es demostrada. La cuestión es que aquella niña no modificó su semblante, a medio camino entre el odio y la resignación, en toda la mañana hasta que, en cierto momento, sacó su Smartphone y alargó su mano en postura de Selfie para esbozar una preciosa sonrisa que ni el brillo de sus aparatos eclipsaba. Se reía con toda la cara, las cejas hacia el cielo, los ojos abiertos, las arrugas bajo la nariz y la boca, por fin convexa, salía por los extremos de su rostro, pero no fue más que una sonrisa de unos leves segundos, pues tras el click, su expresión volvió a deformarse a la vez que sus dedos volvían a la pantalla del móvil para moverse con habilidad y rapidez. Supe que en alguna red social aquella niña alcanzó en aquel momento y, aunque de una manera virtual, más felicidad de la que yo jamás en mi vida he sentido y sentiré.

martes, 25 de octubre de 2016

Palabra del Señor

Me encanta discutir. Hay quien afirma sin pudor alguno que soy un insoportable pedante que siempre lleva la contraria por el simple hecho de llevarla, aunque yo me considero más bien un mero aficionado fan de Sócrates que, como hobby, practica la dialéctica en su día a día. Pero, aunque disfrute muchísimo con los debates, existe un tipo de persona con la que detesto entablar cualquier tipo de batalla: los creyentes, ya que su argumento último es divino y absoluto y un simple humano como yo jamás podrá rebatir al Todopoderoso. De esta manera, los cristianos tienen la palabra de Dios en la Biblia, los musulmanes la de Alá en el Corán y los psocialistas españoles la de Felipe González en El País. 

El mayor problema del PSOE no es Pedro Sánchez ni Podemos. Ni siquiera es Susana Díaz y Fernández Vara. El problema del PSOE es Felipe González y el endiosamiento al que ha sido elevado entre el psocialismo español. Pedro Sánchez pareció no haberse enterado bien de que se le puede mentir a los ciudadanos, a los votantes y, en ocasiones, hasta a los jueces, pero no al Dios supremo que desde su altar situado a medio camino entre un yate en el Caribe y un palacio en Marruecos, se encarga de iluminar a fieles e infieles con su sabiduría infinita y eterna. Felipe, cuyas ideas han sido arrugadas por el tiempo y distorsionadas por su ascenso a los cielos, quizás sea el mayor traidor del socialismo que jamás haya existido, y parece no aceptar que esta no es ya ni su época ni su realidad. Hace mucho que aquel abogado de Sevilla degradó en este actual y globalizado pez gordo que, con semblante siempre serio y enfadado, nada en las profundidades más oscuras de las élites mundiales, aleteando con soltura en el agua de la macroeconomía neoliberal europea, pero no entendiendo, ni comprendiendo, ni padeciendo el ahogamiento masivo de una sociedad y una generación que, náufraga y a la deriva, lucha por mantenerse a flote.

Finalmente, el PSOE va a obedecer la palabra del Señor y se va a abstener en la investidura de Rajoy para desbloquear la situación… Situación a la que, por cierto, hemos llegado tras año de un saqueo al que no le han puesto bloqueo. Parece ser que toda aquella indignación por los recortes y la corrupción desde la Gürtel hasta las Black, no era más que una estrategia partidista para sacar rédito electoral y que, tras fracasar y no devolver los votos perdidos, cae en sobre roto y perdona el latrocinio popular. Que un pueblo vote a ladrones no legitima el robo, degrada al pueblo. Que Rajoy siga gobernando con el beneplácito de la mayoría representativa no arregla la profunda crisis social, política y económica en la que estamos, la mantiene.

sábado, 1 de octubre de 2016

Canciones Reflejo I

Existen distintas situaciones que, como si de un acto reflejo se tratara, estimulan algún tipo de play en mi cuerpo y activan ciertas frases de canciones que grabadas en mi médula espinal. Así, por ejemplo, siempre que veo un atardecer en la ciudad desde un sitio elevado, Manolo García canta “Sobre los tejados se duerme la tarde…”; o, cuando “Septiembre llega con su ¡Oh! ¡Dios mío!” Kase O me susurra que vuelva al ejercicio. Supongo que no es algo especial, que la mayoría de gente tiene una especie de tocadiscos instintivo que pone banda sonora a su vida. Los Carnavales de Cádiz han hecho mucha mella en mí en este aspecto y cuando estoy frente a una copa, Juan Carlos Aragón me advierte de que “El vino es inteligente”, de la misma manera que cuando veo a Susana Díaz erigirse líder absoluta del socialismo me comenta con sorna algo “del servilismo mamón de las marmotas de Andalucía”.  La última en archivarse en el sistema ha sido “La culpa de todo la tiene Yoko Ono” y ha sido grabada por Pedro Sánchez, mezclada por el PSOE y masterizada por los medios de comunicación (sobre todo PRISA) que han demonizado a su ingenua marioneta hasta el punto de hacerlo competir en maldad con el mismísimo Pablo Iglesias (no diré cuál de los dos). Ahora cada vez que veo la cara de Pedro Sánchez se me aparecen los Def Con Dos y, siendo sincero, me alegran un poco el deplorable espectáculo dado por la elitista burocracia de partido.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Receta para una buena resaca.

INGREDIENTES
·         5 l. de Cerveza
·         2 l.de vino
·         1/4 l. de Whisky
·         1/4 l. de Ron
·         1/4 l. de Vodka
·         1 l. de Coca Cola
·         1/2 l. de Fanta de naranja
·         1/2  l. de Fanta de limón
·         1/4 l. de Seven up
·         2 bolsas de Hielo
·         Un paquete de Tabaco (opcional)

PREPARACIÓN
Se introduce la cerveza de forma dosificada en un recipiente de cristal de 1/3 de litro de capacidad (a ser posible con un asa cuneiforme para agarrar con comodidad) y se espera que espumee un poco. Se echa el vino en una copa abombada cuya amplitud supere a su altitud y con capacidad para 1/4 ó 1/6 de litro. Se deja respirar durante unos segundos. Después se intercala la introducción del contenido de dichos recipientes directamente en la cavidad oral, filtrando su contenido con un hígado (a ser posible joven y sano) para que la mezcla sea finalmente depositada en el estómago. Repetir esta operación hasta consumir todas las cantidades de cerveza y vino disponibles. Para acentuar su efecto, puede airearse los pulmones con tabaco entre buches y sorbos.

La ingesta de estos líquidos nos servirá de base sobre la que construir la resaca. Si se ve que la mezcla ha hinchado demasiado la vejiga, puede vaciarse ésta sin importar el lugar donde depositar los restos.

Tras este primer paso cogeremos un recipiente de cristal en forma de tubo (si no se dispone de mucho tiempo puede usarse uno más grande y amplio en forma de maceta). Introducimos en él un par de hielos, un pequeño chorreón de whisky, ron o vodka (a gusto del consumidor, aunque es conveniente ir mezclando los tipos de líquidos para conseguir una resaca de características acentuadas). Se le añade Coca Cola, Fanta (de Limón o de naranja) o Seven up (de nuevo a gusto del comensal) y se remueve un poco para que se mezcle todo bien y después introducir, de nuevo, por la cavidad oral y usando un buen hígado como colador, en el estómago. Repetir el paso hasta acabar con todas las bebidas destiladas disponibles, pudiéndose airear de nuevo la mezcla con un poco de tabaco entre copa y copa.

Es posible que durante este último paso se sobrevengan mareos, náuseas y vómitos, pero es muy importante no parar. Si en algún momento vemos que no podemos continuar con la preparación de la receta, es conveniente no buscar aire ni mantenerse despierto, aunque, por precaución, se aconseja tener cerca a un amigo.

Acostarse cuando los mareos lleguen a su punto álgido y tras reposar todo durante unas pocas horas, tendremos una resaca de chuparse los dedos.


NOTA:  es conveniente tener cerca una botella de agua, ibuprofeno y una cama para consumir la resaca.

martes, 13 de septiembre de 2016

Redemption month

<< Septiembre llega con su ¡Oh!¡Dios mío! >>
- Kase O -

El largo y sufrido periplo académico me ha hecho concebir septiembre como un mes de redención, 30 días situados tras el verano como 30 monedas justo después de esa época vacacional que la infancia y la adolescencia convierten en Nunca Jamás y que luego la Universidad se encarga de traicionar a golpe de garfio y recuperación. Septiembre quizás no sea el primer mes del año, pero sí es el primer mes de cada nueva vida, la esperanza del fracaso pasado y la ilusión del proyecto futuro, la vuelta al ejercicio, al cole, al trabajo y a la rutina.

El sol va tornando del blanco al amarillo y los días se acortan porque hay menos cosas que hacer, y las noches se alargan porque hay más que preparar y, para la meditación que requiere un nuevo plan, siempre es mejor la noche y su almohada de silencio fresco que el día de ruido caliente y su estresante sudor. 

Todo esto pensaba mientras corría esta mañana con la mucosidad regurgitando en mi garganta y el sudor irritando mi piel a modo de fuego redentor después de mi primer verano como licenciado. Supongo que cuesta dejar atrás 10 años sumergido entre apuntes y por eso noto un anómalo vacío de responsabilidad académica, como si me faltara algo por hacer. Pero no, está todo hecho y debo empezar a asumir la verdad: soy un producto más de esa fábrica educacional de este país y ya fui vendido por el capitalismo al mejor postor. No. Jamás. Entre la madurez y la resignación existe una delgada línea que no pienso cruzar, por eso seguiré redimiéndome cada septiembre hasta que la carne consuma mis sueños. Si ya está todo hecho, es hora de volver a maquinar malévolos planes de dominación mundial. Por ejemplo, escribir.

martes, 6 de septiembre de 2016

Declaración de intenciones.

Escribir es algo que sale de dentro, pero redactar requiere disciplina y meditación. El relámpago atraviesa la cabeza y produce el chispazo, provocando así la arcada que es la inspiración. La forma en que vomites es lo que define tu arte. Escribir es instinto y redactar es trabajo, y es en este trabajo donde entran en juego las influencias y las intenciones. Nadie, por muy libre o transgresor que se crea, está libre de ellas. Todos perseguimos escribir aquello que nos gustaría leer y nuestros gustos como lector los define el tiempo que consumimos leyendo a otros. Esto acaba contaminando, irremediablemente, nuestra pluma. Decía Picasso que “Los grandes artistas copian, los genios roban”, y yo llevo años robándole a aquellos que considero maestros, huyendo con temor de aquellas otras grandes firmas que, desde los grandes medios, han prostituido impunemente la columna periodística hasta reducirla a una mera trinchera ideológica desde la que presionar en busca de un beneficio corporativo y/o personal.

Mi intención (y mi influencia), al contrario que mi estilo, es clara: aproximarme más a los soliloquios de Jabois o Millás que a los sermones de Antonio Burgos, estar más cerca del cuento de Cortázar que de los graznidos de Pérez Reverte. Busco la pequeña divagación que va del detalle a la revelación, de lo cotidiano a lo extraordinario, la introspección que golpea la mente y agita la mandíbula. Nada de escribir ladridos que agraden al amo y aseguren el pienso diario; nada de reflexiones masticadas ni de iluminaciones absolutas; nada de concisiones, ni concesiones; nada de evidencias meridianas ni intenciones ocultas. Tan solo opiniones entre líneas paralelas y letras perpendiculares, sensaciones propias de rutinas universales, historias nebulosas con moraleja de libre elección. Escribir por escribir, leer por leer, reír por reír.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Dórico, jónico y corintio

Escribir es algo sagrado, un santuario personal de arquitectura propia cuyo interior muestra a su autor desnudo ante el lector. Escribir es un rezo reflexivo y desorientado, una oración violenta y repentina, una plegaria de sensaciones, un grito sordo celestial, un frío y solitario aleluya.

Creo que todo escritor, ya sea amateur o profesional, novelista o poeta, best-seller o muerto de hambre, construye con los años un templo literario a su imagen y semejanza. Algunos desarrollan construcciones mastodónticas sobre firmes y fuertes cimientos, cuadriculando los planos con segmentos áureos y uniones rectilíneas en un desesperado intento de aguantar el peso del tiempo. Otros, en cambio, empiezan la casa por el tejado e intentan castillos en el aire, arriesgándose a caer en el infinito fracaso de no llegar a ser ni una mera ruina, pero ambicionando que el desordenado y caótico laberinto de formas encierre las horas en un bucle infinito inmune a los años. Ninguna técnica es exacta, ningún método es válido. Es parte de la seducción de las letras. No existe la justicia contemporánea y el reconocimiento presente no garantiza más éxito que aquel que el capitalismo vende y otorga.

Yo, novelista amateur, intento de poeta y muerto de hambre, estoy firmemente convencido de querer construir mi propio templo, aunque aún no sé muy bien cómo levantarlo. Creo que, tras años de lectura y pequeñas incursiones más o menos literarias por aquí y por allá, poseo una base sobre la que empezar a construir algo. Algo que no se parezca al Partenón más clásico, pero que tenga cierto aire helénico. Algo que, sin llegar a las curvas imposibles de Gaudí, consiga jugar con el aire en un cautivador vaivén de sensación de derrumbe. Algo cuyo tejado se alce imponente sobre el horizonte y permita a los liricistas sentir vértigo al asomarse al confín de su propio universo.

La pretensión no es poca, por lo que el método ha de ser humilde y paciente y, para poder sujetar ese eminente tejado, primero hay que levantar columnas que lo sustenten. Muchas columnas. Columnas de todo tipo: las simples y clásicas dóricas, las finas y elegantes jónicas y las exuberantemente rematadas corintias.

Por eso, nace y comienza (como todo principio, en septiembre), este espacio propio, personal y transferible, en el que, sin temática definida y, por supuesto, sin más normas constructivas y reglas arquitectónicas que las propias, un alzamiento masivo vertebral de columnas, estilo periodístico-literario que, quizás por su brevedad conceptista y su efímera caducidad, siempre ha sido una de mis predilecciones tanto a la hora de escribir, como de leer.

Sean bienvenidos. Por favor, respeten el patrimonio, critiquen la construcción, notifiquen las fisuras y descálcense antes de entrar.